En 1978 unos niños encontraron un plastiquito que asomaba en el jardín del césped, empezaron a escarbar y acabaron encontrando un Ferrari bajo tierra.

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Aunque se habló del sorprendente buen estado en que había sido rescatado, todo resultaba muy extraño. La chapa tenia 21 capas de pintura.

Por la matrícula, llegaron al propietario del vehículo, un tal Rosendo Cruz, que había denunciado el robo de su coche cuatro años antes: en diciembre de 1974. En el barrio, nadie supo decir cómo había llegado aquel coche hasta allí, ni siquiera quienes vivían en la casa por aquel entonces. De todas formas, quien enterró el coche se preocupó de envolverlo en plástico y de taponar todos los orificios para evitar que se lo comieran los gusanos. Aquel entierro era una suerte de aparcamiento subterráneo temporal con vistas a recuperar el coche más adelante. Algo que, evidentemente, nunca llegó a suceder.

Ferrari Dino 246 GTEl caso tuvo que cerrarse a la fuerza como robo justificado, así que la aseguradora pagó la pérdida del vehículo. Fueron 22.500 dólares de la época, lo mismo que había costado su compra un par de meses antes de la desaparición, cuando el Ferrari Dino fue adquirido por un fontanero como regalo de cumpleaños para su mujer.

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Según la declaración oficial, la noche del robo, el fontanero y su mujer fueron a cenar para celebrar su aniversario de bodas, él vio que todas las personas que pasaban por ahí, aparcacoches incluidos, miraban su coche con caras libidinosas… y al salir del restaurante no encontró ni rastro del Ferrari Dino. Como si se lo hubiera tragado la tierra, nunca mejor dicho 🙂

El caso se volvió tan popular que  la aseguradora lo expuso en durante un par de semanas y en esos dias el pobre Ferrari acabó descuartizado. Los visitantes se lo fueron llevando por piezas 🙂

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